jueves, febrero 15, 2007

LA VUELTA A MONTEVIDEO EN 90 MINUTOS

Llegamos al Terminal de buses Tres Cruces en Montevideo, bien temprano, sin planes hasta las 3 de la tarde cuando saldría el bus para Colonia para luego abordar el Buquebus lento hasta Buenos Aires. De vuelta al español nos sentimos más confiados así que decidimos buscar que hacer en las próximas 8 horas libres.

Conseguimos un city tour que duraría cinco horas, lo que nos pareció adecuado y a un buen precio (el valor de la moneda no convenía al cambio y bastante).
Montevideo es una ciudad muy bonita y la capital más joven de Latinoamérica. La historia y la modernidad se confunden en las calles y en términos generales es una ciudad tranquila y sin contratiempos. Yo me fui con la impresión de que la vida pasa bastante tranquila comparada con las otras capitales que habíamos visitado.

El tour lo realizamos es un pequeño bus junto con otros visitantes que se nos unieron en el camino. El guía era un tipo bonachón que no sólo resultó informativo sino también agradable. Llegamos un día sábado por lo que la ciudad parecía animada. Nos advirtieron que si uno llega domingo a Montevideo lo mejor que se puede hacer es que darse viendo la televisión porque no hay nadie en la calle. Que ciudad para más rara…

El tour incluye un conjunto de edificios históricos interesantes. Entre la Plaza Constitución (donde se encuentra la Catedral) hasta el Palacio Legislativo, pasando por el Estadio Centenario, La Plaza Independencia con el monumento a Artigas y su Mausoleo, el tiempo se pasa volando.




Acá todos profesan un profundo amor por
José Gervasio Artigas (a quién llaman luego de tomar aire y ponerse orgullosos “nuestro héroe nacional”). Artigas se peleó con todo el mundo: españoles, portugueses, brasileros, argentinos… todo por sus ideales libertarios, demócratas y americanistas, llevando a Uruguay a su independencia. Lo curioso del asunto es que el objetivo de Artigas no era exactamente ese, sino la creación de La Provincias Unidas del Río de La Plata, un amasijo de provincias en donde Uruguay sería la Provincia Oriental (por eso no es raro escuchar a un uruguayo denominarse a si mismo como “oriental” cuando tiene muy poco de chino).

Al final, Artigas es vencido en la Batalla de Tacuarembó en donde el imperio brasilero anexa lo que hoy es Uruguay al Rio Grande do Sul (sí, allí, en Porto Alegre). La posta la toma el general Lavalleja quien logró expulsar a los brasileros y unos años más tarde se lograría la independencia de Uruguay.

Es una historia gloriosa… aunque no todo es color de rosa en la historiografía uruguaya. Parte del tour incluye la visita del monumento de bronce de Senaqué, Tacuabé, Vaimaca Pirú y Guyunusa, los últimos indios
charrúas. Con Artigas exiliado y Lavalleja como héroe de la independencia, la presidencia recayó sobre Fructuoso Rivera quién, lejos de lo que puede sugerir su nombre, no era un tipo muy dulce. Hombre de mirada estrecha, se dedicó, luego de dejar el mando del gobierno a “doctores” sin poder político, a jugar al vaquero libertario junto a su sobrino Bernabé y se enfocó en el exterminio de los indios charrúas (grupo originario y beligerante que no se amoldaba a las ideas de civilidad de un país que quería convertirse en “La Suiza de América”) llevándolos a la aniquilación casi total en la matanza de Salsipuedes, donde fueron llevados con engaños y asesinados a sangre fría. Los últimos cuatro fueron vendidos y llevados a París donde fueron exhibidos como atracción turística.

Bernabé Rivera esta sepultado como héroe en el Cementerio Nacional… cosas de la historia.

Un paseo por la rambla (la línea costera), y de vuelta hasta el Mercado del Puerto donde se puede comer hasta reventar. Como aperitivo un “medio-medio”, una mezcla de vino tinto y blanco locales. Nos decidimos por una super parrilla y no por un
chivito, una especie de santuchazo local en donde la res es el rey y es que en este país nadie se muere de hambre: la estadística local indica que hay 8 vacas por habitante…

Parrilla, vino, la conversa… y de allí la hora es la hora. Fuímos a la estación de taxi y allí nos percatamos de varias cosas: era la hora de cambio de turno, estábamos bastante lejos de Tres Cruces y que teníamos a cinco personas haciendo cola a la espera de los taxís que saldrían en quince minutos.

En quince minutos también salía el bus a Colonia…

Detuvimos un bus, subimos al bus, bajamos del bus, detuvimos un taxi, subimos al taxi y lo hicimos perseguir al bus de Colonia. Llamamos por teléfono a Buquebus para que detuviera el bus y lo pudiéramos abordar a medio camino pero nos advirtieron que por robos anteriormente ocurridos en el camino el bus no pararía no aunque el Papa lo pidiera. El conductor (un argentino que era un vacilón…) nos llevó a Tres Cruces de vuelta para lamentarnos de nuestra destino.

Es que la parrilla estaba muy rica…

Al final la suerte se nos estaba acabando. Lo que sucede es que el Uruguay todos son muy puntuales. Mmmmm… Logramos cambiar nuestro pasaje (previo pago adicional) por el buquebus rápido directo a Buenos Aires pero este saldría del puerto en dos horas y media. Sin ningún peso uruguayo en los bolsillos hicimos la larga caminata hasta la estación de buquebus en el puerto.

Jamás en toda mi vida (y en la de Jesusiño peor creo) había caminado tanto con una mochila a la espalda. Recorrimos Montevideo de un extremo a otro en 90 minutos hasta llegar a la costa, con los pies hechos polvo, la espalda quebrada y dinero suficiente para pagar el impuesto de salida y una CocaCola (que la pagamos con 35 monedas que teníamos en los bolsillos).

¡El Buquebus rápido hace un super ruido! Toda la embarcación tiembla y se remece durante hora y media… parece el viaje del infierno. Mientras Jesusiño se entretenía con sus benditos Sudokus, este corresponsal intentó leer el periódico y constató que en Uruguay la vida no tiene muchos altibajos (¡hasta la gasolina bajó en Uruguay!). De hecho… ¿alguien sabe quién es el presidente de Uruguay? Nadie lo conoce a Tabaré Vásquez, quién vive en su casa y no en el Palacio de Gobierno en un barrio residencial (parte del city-tour, aunque no se permiten tomar fotos).

Llegamos a Buenos Aires, quién nos recibió con una lluvia que anunciaba la pronta llegada de la primavera. No había más que hacer que descansar
.

martes, febrero 13, 2007

PORTO ALEGRE - OCIO TOTAL

Ese día nos levantamos tarde sin saber que hacer. Teníamos pendiente una visita al Jardín Botánico.

Luego de las señas correspondientes con el tipo de la recepción del hotel para que guardara las mochilas en algún lugar (luego de nuestro limitado portugués la comunicación se había reducido a leguaje de sordomudo) tomamos un taxi (con las complicaciones lingüísticas del caso) hasta el Jardín Botánico.




Dos mil ejemplares de 725 especies vegetales distribuidos en 43 hectáreas de naturaleza sin límites. Luego de caminar hectárea y media nos dimos cuenta que no era ciertamente lo que estábamos esperando. ¡El museo de ciencias naturales tiene un recorrido de apenas media hora! Luego de pasar por unos puentes y lagos terminamos afuera en tiempo record y toda una mañana por delante.

Caminamos a un enorme centro comercial donde nos animamos a comer en unos de estos modernos patios de comidas donde tuvimos otro tropezón con el idioma. Primero: el objetivo era comer poco para disfrutar de una churrasquería nocturna. De los múltiples restaurantes de comida rápida escogimos uno que ofrecía feijoada. La escena era como la que se ve en los programas cómicos: venía una chica a atendernos y al darse cuenta que nunca nos iba a entender llamó a otra que llamó a otra y así sucesivamente hasta que llego una morena con una paciencia francamente inmensa. Interpretó nuestros símbolos y gestos (jugar con ella “charada” o esos juegos en donde se adivinan frases con los gestos que hace el compañero es ir a ganador) y nos orientó sobre lo que podríamos comer. Luego, el Jesusinho, en un arranque que aún no logro entender pidió “postre”.

Esta vez si ni nuestro ángel lingüístico no pudo entender. Entramos en otra discusión mímica (¿como le indicas a alguien “eso que se come después de comer”?) que terminó 10 minutos más tarde. Todo para no pedir ni gelatina.

El resultado es que el objetivo de comer poco se fue por lo suelos. Bien llenos y a punto de explotar salimos a caminar un poco hasta poder recuperar la salud perdida. Taxi hasta la bodega donde vendían la sopa de Cappelletti (no me iba a ir sin probar esa cosa tan rica nuevamente…) y de vuelta por el camino hasta el centro. Esta vez nos detuvimos en el Parque Redención (o Parque Farroupilha) que tiene un pequeño zoológico, un mercado y un solario (con una línea de cobre empotrada en el suelo que marca el paso del solsticio al equinoccio por el recorrido del sol) y el Parque Moinhos de Vento donde se puede ver a las muchachas correr en apretadas mallas (hay muchachos haciendo atletismo también… pero la verdad es que no nos dimos cuenta).

Nuestro recorrido de ocio continúo por el mercado donde aprendimos nombres y palabras en portugués. Compramos “CE-DEs” de música y llegamos a una esquina donde se hacía cola para poder conseguír un milho com queijo. Prometía: una mazorca (o choclo como decimos los peruanos) de grano fino con queso derretido. Es algo que se consigue en la calle y la gente lo compra para ir comiéndolo en el camino.

Debo de decir, en honor a la verdad, que es horrible….

Primero que el grano de maíz es de tamaño ridículo (en Perú los granos de maíz sin que son los mais grandes do mundo), no llegan ni al medio centímetros de diámetro y comerlos es realmente enterrarse en la mazorca, para terminar envuelto en queso salado hasta la saturación. Horrible…

Segundo que uno termina lleno de queso por todo lado. Es una verdadera desgracia…

Si van a Porto Alegre sigan mi consejo: tomen sopa y no coman queso.

Así se acabó el día y el tiempo en Porto Alegre. Ya no había tiempo para más que abordar el bus que nos llevaría de vuelta a Montevideo.

Ah… y nunca probamos el churrasco… ¿quién podía comer algo después de tanta feijoada?

PORTO ALEGRE – ONDE FICA GRAMADO-CANELA?

Esa noche decidimos conocer más allá de la ciudad. Y revisando las múltiples catálogos que recogimos en el camino decidimos que podríamos conocer la microregion de Gramado-Canela. El problema es que toda la información y reservas se hacen por teléfono… ¿y quién va a ser el valiente que se atreva a hablar en portugués por teléfono? A caminar nomás…

Al día siguiente recorrimos la ciudad nuevamente en busca de una oficina de turismo que ofreciera esta excursión. El estado de Río Grande do Sul posee enormes extensiones de naturaleza indómita. Gramado y Canela son dos lugares que se publicitan como lugares de ensueño dentro del estado Gaucho (con la acentuación en la “u”… GaUcho). Hablando de gauchos… estos se parecen a los argentinos en lo del mate, sólo que su matera es la mais grande do mundo pues son enormes comparadas con las de sus vecinos del Río de La Plata y no consumen mate sino chimarrao (es lo mismo solo que con otro nombre). La indumentaria tradicional también es parecida a la del gaucho argentino, los instrumentos folklóricos… hay una extraña continuidad que se percibe en las costumbres locales. No sé si se podrá extender también, pero entre la parrilla argentina y la churrascaria brasilera no hay muchas diferencias.

Llegamos a una oficina de turismo donde conocimos a una señora que hablaba español. ¡Por fin! Allí nos dieron una idea mucho más clara de donde podíamos conseguir el tour. Visitamos algunas agencias y poco a poco (donde había puertas abiertas) llegamos a una donde nos atendieron y pudimos conversar con una muchacha (ella hablaba portuñol y nosotros español) hasta que nos entendimos. Nos reservó dos plazas sin confirmar y prometimos llamarla por teléfono más tarde para confirmar el viaje.

De vuelta a comer, a Internet y al hotel a descansar un poco los pies. Mientras tanto la historia sigue: argentinos y brasileros llegaron a tener un pleito por la posesión de lo que hoy es Uruguay (donde los rioplatenses los hicieron correr a los portoalegrenses) por lo que la frontera de Rio Grande se militarizó, en parte gracias a los esfuerzos de un general llamado
Benito Goncalves da Silva. Pocos años después y luego de cambiar siete veces de nombre Porto Alegre pasó a llamarse Leal e Valorosa Cidade de Porto Alegre, como es que se llama en la actualidad (Porto Alegre a secas para los amigos). Eso por la calle en la que nos encontrabamos…

La hora es la hora. Jesusinho, haciendo alarde de su nombre, se animo a falar en portugués por teléfono en una conversación que puede registrarse entre las más enredadas que uno puede tener en su vida y nos confirmaron que había excursión. Corrimos al lugar con la hora encima (para variar siempre tarde) y al llegar al sitio, cinco minutos antes, cancelaron la reserva porque nunca nos contactamos).

El teléfono al que llamó Jesusinho era el de una de las oficinas de turismo que habíamos visitado anteriormente y no de la última.

Algo nos tenía que salir mal después de todo…

Sin ánimos ni ganas retornamos a nuestro hotel y nos animamos a salir de noche. Si no hay viaje por lo menos habrá paseo nocturno. Aconsejados por blogs de otros viajeros decidimos que iríamos a conocer el
DaDo Bier, a un bar-restaurante-discoteca con música en vivo en donde nos informaron que la gente va a conocer otra gente.

Primer problema: conseguir un taxi. Caminamos hasta llegar a uno (se toman libremente en la calle) y esperan a que nos lleve por buen camino (en el hotel nos advirtieron que tuviéramos cuidado en la calle). Era increíble la velocidad a la que avanzaba el taxímetro en comparación (allí nos enteramos que el precio es 1.5 más alto por las noches), junto con la cantidad de vueltas que daba en auto ese hasta llegar al lugar, una especie de centro comercial enorme. Pagamos lo que nos resultó ser el taxi mais caro do mundo (no sé cuanto resultó pero fue muy caro) y entramos.

El sitio es recomendable aunque lo que está bastante claro a estas alturas es que si no sabes portugués nunca vas a conocer a nadie. Tomamos cerveza en ingentes cantidades, hablamos de eso que hablan los amigos con tragos encima y dos semanas y media de recorrido por detrás y nos detuvimos a pensar todo lo que habíamos recorrido. Definitivamente la vida es mejor cuando se comparte.

Y también es mejor cuando se vive sin taxistas raterazos. Horas más tarde tomamos el taxi de vuelta que nos costo notoriamente más barato, hizo un viaje en menor tiempo y sin tantas vueltas. Lo gracioso fue que en un principio ninguno de los dos recordaba el nombre de la calle donde quedaba el hotel. “A rue Farropas… farropilas… farrapos…”. “Ah –dijo el taxista- Farroupilha”. “Eh… será pues, ¿no?”.

Lo de “Valerosa Ciudad de Porto Alegre” se lo ganó por mantenerse fiel al imperio brasilero en la Revolucao Farroupilha, en donde el estado de Rio Grande do Sul se separó (los farrapos separatistas) y se constituyó en una república independiente con da Silva como presidente, república que terminó el 28 de febrero de 1845, diez años más tarde (130 años antes que este hacendoso cronista viera la luz).

La Rue Farroupilha resultó ser una calle de las más bravas… entre mendigos, maleantes y cinco prostitutas por metro cuadrado de esquina, resultó que estábamos hospedados en un hotel en una de las calles más peligrosas de Porto Alegre (aunque a unas cuadras lejos del peligro, afortunadamente). Nos animamos a caminar un poco bajo nuestro propio riesgo (sin billeteras, documentos ni nada en los bolsillos) para descubrir que Porto Alegre es una ciudad que puede tener una vida callejera gótica.

Aun teníamos un día más antes de volver para Uruguay para el que no teníamos planes…

ALGUEM FALA O ESPANHOL NESTE LUGAR?

El camino a Porto Alegre estuvo bastante tranquilo, aunque el corresponsal de esta crónica no pudo dormir cómodamente en el bus (y cuando se logró recostar en un asiento vacío resultó ser el asiento del chofer de reemplazo que lo arrojó de su cama en medio segundo). Esto me trae a la memoria algunos detalles de los viajes en bus y el entretenimiento asociado...

No tuvimos suerte con las películas que pasan en los buses. Desde la película que pasaron en el bus de Arequipa a Puno (Piratas en el Caribe 2, recién estrenada en el cine hacía dos semanas, en una burda copia pirata doblada a un español castizo horrible y 300 watts de audio como para volver sordo al mismo diablo) hasta una de acción light que vimos en este viaje que estuvo entre la mejor de todas. Para esto ya habíamos visto una de ultra violencia (la gente ya estaba harta de tanta violencia gratuita entre La Paz y Oruro) con Van Damm en una cárcel infernal y una fanfarria militarista mesianica norteamericana con el nombre de Fuerza Delta 18, creo...).

Lo malo es que la única película que esta vez sí prometía estaba en portugués... y aquí es donde empezaron nuestros problemas.

Brasil, con sus 8 millones y medio de kilómetros cuadrados, es el quinto país mais grande do mundo, con una población (es también el quinto país más poblado) repartida a los largo de 26 estados y un Distrito Federal. Rio Grande do Sul es el estado más austral del país y su capital, Porto Alegre, resulta el centro industrial del país.

Para terminar con los quintos, el portugués es la quinta lengua materna más hablada en el mundo (en gran parte por la culpa de los millones de brasileros pues se habla tan sólo en 8 países) y la quinta economía más grande del mundo.

En pocas palabras… ir a Brasil es conocer una cultura distinta de todo lo que asociamos con lo latinoamericano.

Empezando con el idioma. Quien diga que el portugués es fácil y que se entiende sin problemas y cosas como esas francamente no tiene ni la más mínima idea de lo que habla. En las ciudades, el portugués coloquial es casi inentendible para quién sólo sabe decir Obrigado (es decir, nosotros).

Llegamos bien temprano a la estación de buses Rodoviaria cerca del mercado y del muelle de la laguna (en donde se pueden ver una hilera de enormes grúas que al parecer están de adorno porque nunca las vimos funcionar). Al salir del Terminal el periódico de ley (donde voy siempre consigo un diario… resulta muy útil) y el cambio de moneda.

Primer problema:

- ¿Cuánto está el cambio?
- Dois com dezoito
- Aaaahhhh… (así en texto se entiende pero…)
- Dois com dezoito… quanto você tem?
- Eeeehhhh...
- Dê-me seu dinheiro e eu dou seu nosso dinheiro, aprovação?
- Mmmmmm... (puso una cara que le tuve que entregar lo que tenía y recibí lo que creo que tenía que recibir).

Segundo problema:

- ¿Cuánto esta una habitación?
- Nós temos o cuarto dobro cinqüenta três, incluímos o cafezinho de amanha.
- Gracias... (media vuelta...).

Ante tamaño problema decidimos caminar directo hasta la Livraría do Globo y comprar la Guía de Ayuda en Portugués para Turistas Desesperados (“Como falar nos portugues e nao començar louco” o algo por así por el estilo). Lo malo fue que sólo encontramos guía para brasileros que quieren hablar español así que lo usábamos al revés.

Ya con el poderoso diccionario en la mano conseguimos hotel (después de caminar 25 cuadras en redondo) y pudimos comer en un tenedor libre (sí, también hay tenedores libres en Porto Alegre como los de Buenos Aires). Brasil es un país caro –por lo menos si uno viene desde Perú- por lo que hay que vigilar los gastos. Al final pedimos como pudimos y comimos viendo como hacían todos los demás para pedir, valiéndonos de señas para comunicarnos con mozos, cajero… un desastre. Pero comimos… y al Jesusinho le gustó mucho la
feijoada, comida típica del Brasil que es casi una actividad social mas que una mera comida (como muchas cosas en la cultura Brasilera).

Saliendo rumbo a conseguir información y a conocer la zona. Pasamos por el mercado (donde cada 10 metros los piratas te lanzaban a viva voz el grito directo a la oreja “¡¡¡CE-DE-DE-VE-DE!!!”) para llegar hasta la Oficina de Turismo donde abordamos un bus para el city-tour de ley.

El City-Tour es bastante pintoresco. Primero que abordamos con una camionada de escolares. Segundo que éramos los únicos que falabamos español. Y tercero que nos subimos al segundo nivel del bus abierto para disfrutar del paisaje. Mentira. Hace un friiiooo allí arriba. Además es un tour de adrenalina pues las calles parecen haber sido hechas para que el bus entre como pie en el zapato y el alambrado de la ciudad pasa por las cabezas a escasos centímetros (hay momentos en los que el guía anuncia a media explicación “baixo sua cabeca” y esta bastante claro que de no hacer el movimiento correcto se le puede empotrar la luz verde del semáforo en el ojo derecho).

Si va, métase al bus. Es más abrigado y más seguro. El riesgo de morir decapitado se reduce considerablemente (con los escolares y sus tijeras nunca se sabe en el fondo…).

Y luego el día se nos pasó caminando (y así fue como llegamos a una bodeguita donde vendía una sopa de Cappelletti buenaza! Y en donde Jesusinho tuvo que hacer malabarismos lingüísticos para pedir una empanada (pobre, extrañaba Bolivia).




La noche terminó con la tanda electoral. Llegamos a Porto Alegre algunos meses antes de las elecciones presidenciales y en determinada hora todas las cadenas de televisión locales transmitían propaganda política (saturada principalmente por Geraldo Alckmin que resultó vencido por Lula da Silva para segundo mandato) hasta el aburrimiento. Jesusinho se quedó dormido. Salí a caminar a la estación de buses a comprar algo para llevar al hotel para comer y así, viendo fútbol y con la calle detenida (cuando hay fútbol en la televisión el brasilero no vive para otra cosa que no sea ver la televisión) se pasó la noche.