Conseguimos un city tour que duraría cinco horas, lo que nos pareció adecuado y a un buen precio (el valor de la moneda no convenía al cambio y bastante). Montevideo es una ciudad muy bonita y la capital más joven de Latinoamérica. La historia y la modernidad se confunden en las calles y en términos generales es una ciudad tranquila y sin contratiempos. Yo me fui con la impresión de que la vida pasa bastante tranquila comparada con las otras capitales que habíamos visitado.
El tour lo realizamos es un pequeño bus junto con otros visitantes que se nos unieron en el camino. El guía era un tipo bonachón que no sólo resultó informativo sino también agradable. Llegamos un día sábado por lo que la ciudad parecía animada. Nos advirtieron que si uno llega domingo a Montevideo lo mejor que se puede hacer es que darse viendo la televisión porque no hay nadie en la calle. Que ciudad para más rara…
El tour incluye un conjunto de edificios históricos interesantes. Entre la Plaza Constitución (donde se encuentra la Catedral) hasta el Palacio Legislativo, pasando por el Estadio Centenario, La Plaza Independencia con el monumento a Artigas y su Mausoleo, el tiempo se pasa volando.

Acá todos profesan un profundo amor por José Gervasio Artigas (a quién llaman luego de tomar aire y ponerse orgullosos “nuestro héroe nacional”). Artigas se peleó con todo el mundo: españoles, portugueses, brasileros, argentinos… todo por sus ideales libertarios, demócratas y americanistas, llevando a Uruguay a su independencia. Lo curioso del asunto es que el objetivo de Artigas no era exactamente ese, sino la creación de La Provincias Unidas del Río de La Plata, un amasijo de provincias en donde Uruguay sería la Provincia Oriental (por eso no es raro escuchar a un uruguayo denominarse a si mismo como “oriental” cuando tiene muy poco de chino).
Al final, Artigas es vencido en la Batalla de Tacuarembó en donde el imperio brasilero anexa lo que hoy es Uruguay al Rio Grande do Sul (sí, allí, en Porto Alegre). La posta la toma el general Lavalleja quien logró expulsar a los brasileros y unos años más tarde se lograría la independencia de Uruguay.
Es una historia gloriosa… aunque no todo es color de rosa en la historiografía uruguaya. Parte del tour incluye la visita del monumento de bronce de Senaqué, Tacuabé, Vaimaca Pirú y Guyunusa, los últimos indios charrúas. Con Artigas exiliado y Lavalleja como héroe de la independencia, la presidencia recayó sobre Fructuoso Rivera quién, lejos de lo que puede sugerir su nombre, no era un tipo muy dulce. Hombre de mirada estrecha, se dedicó, luego de dejar el mando del gobierno a “doctores” sin poder político, a jugar al vaquero libertario junto a su sobrino Bernabé y se enfocó en el exterminio de los indios charrúas (grupo originario y beligerante que no se amoldaba a las ideas de civilidad de un país que quería convertirse en “La Suiza de América”) llevándolos a la aniquilación casi total en la matanza de Salsipuedes, donde fueron llevados con engaños y asesinados a sangre fría. Los últimos cuatro fueron vendidos y llevados a París donde fueron exhibidos como atracción turística.
Bernabé Rivera esta sepultado como héroe en el Cementerio Nacional… cosas de la historia.
Un paseo por la rambla (la línea costera), y de vuelta hasta el Mercado del Puerto donde se puede comer hasta reventar. Como aperitivo un “medio-medio”, una mezcla de vino tinto y blanco locales. Nos decidimos por una super parrilla y no por un chivito, una especie de santuchazo local en donde la res es el rey y es que en este país nadie se muere de hambre: la estadística local indica que hay 8 vacas por habitante…
Parrilla, vino, la conversa… y de allí la hora es la hora. Fuímos a la estación de taxi y allí nos percatamos de varias cosas: era la hora de cambio de turno, estábamos bastante lejos de Tres Cruces y que teníamos a cinco personas haciendo cola a la espera de los taxís que saldrían en quince minutos.
En quince minutos también salía el bus a Colonia…
Detuvimos un bus, subimos al bus, bajamos del bus, detuvimos un taxi, subimos al taxi y lo hicimos perseguir al bus de Colonia. Llamamos por teléfono a Buquebus para que detuviera el bus y lo pudiéramos abordar a medio camino pero nos advirtieron que por robos anteriormente ocurridos en el camino el bus no pararía no aunque el Papa lo pidiera. El conductor (un argentino que era un vacilón…) nos llevó a Tres Cruces de vuelta para lamentarnos de nuestra destino.
Es que la parrilla estaba muy rica…
Al final la suerte se nos estaba acabando. Lo que sucede es que el Uruguay todos son muy puntuales. Mmmmm… Logramos cambiar nuestro pasaje (previo pago adicional) por el buquebus rápido directo a Buenos Aires pero este saldría del puerto en dos horas y media. Sin ningún peso uruguayo en los bolsillos hicimos la larga caminata hasta la estación de buquebus en el puerto.
Jamás en toda mi vida (y en la de Jesusiño peor creo) había caminado tanto con una mochila a la espalda. Recorrimos Montevideo de un extremo a otro en 90 minutos hasta llegar a la costa, con los pies hechos polvo, la espalda quebrada y dinero suficiente para pagar el impuesto de salida y una CocaCola (que la pagamos con 35 monedas que teníamos en los bolsillos).
¡El Buquebus rápido hace un super ruido! Toda la embarcación tiembla y se remece durante hora y media… parece el viaje del infierno. Mientras Jesusiño se entretenía con sus benditos Sudokus, este corresponsal intentó leer el periódico y constató que en Uruguay la vida no tiene muchos altibajos (¡hasta la gasolina bajó en Uruguay!). De hecho… ¿alguien sabe quién es el presidente de Uruguay? Nadie lo conoce a Tabaré Vásquez, quién vive en su casa y no en el Palacio de Gobierno en un barrio residencial (parte del city-tour, aunque no se permiten tomar fotos).
Llegamos a Buenos Aires, quién nos recibió con una lluvia que anunciaba la pronta llegada de la primavera. No había más que hacer que descansar.
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