Luego de las señas correspondientes con el tipo de la recepción del hotel para que guardara las mochilas en algún lugar (luego de nuestro limitado portugués la comunicación se había reducido a leguaje de sordomudo) tomamos un taxi (con las complicaciones lingüísticas del caso) hasta el Jardín Botánico.

Dos mil ejemplares de 725 especies vegetales distribuidos en 43 hectáreas de naturaleza sin límites. Luego de caminar hectárea y media nos dimos cuenta que no era ciertamente lo que estábamos esperando. ¡El museo de ciencias naturales tiene un recorrido de apenas media hora! Luego de pasar por unos puentes y lagos terminamos afuera en tiempo record y toda una mañana por delante.
Caminamos a un enorme centro comercial donde nos animamos a comer en unos de estos modernos patios de comidas donde tuvimos otro tropezón con el idioma. Primero: el objetivo era comer poco para disfrutar de una churrasquería nocturna. De los múltiples restaurantes de comida rápida escogimos uno que ofrecía feijoada. La escena era como la que se ve en los programas cómicos: venía una chica a atendernos y al darse cuenta que nunca nos iba a entender llamó a otra que llamó a otra y así sucesivamente hasta que llego una morena con una paciencia francamente inmensa. Interpretó nuestros símbolos y gestos (jugar con ella “charada” o esos juegos en donde se adivinan frases con los gestos que hace el compañero es ir a ganador) y nos orientó sobre lo que podríamos comer. Luego, el Jesusinho, en un arranque que aún no logro entender pidió “postre”.
Esta vez si ni nuestro ángel lingüístico no pudo entender. Entramos en otra discusión mímica (¿como le indicas a alguien “eso que se come después de comer”?) que terminó 10 minutos más tarde. Todo para no pedir ni gelatina.
El resultado es que el objetivo de comer poco se fue por lo suelos. Bien llenos y a punto de explotar salimos a caminar un poco hasta poder recuperar la salud perdida. Taxi hasta la bodega donde vendían la sopa de Cappelletti (no me iba a ir sin probar esa cosa tan rica nuevamente…) y de vuelta por el camino hasta el centro. Esta vez nos detuvimos en el Parque Redención (o Parque Farroupilha) que tiene un pequeño zoológico, un mercado y un solario (con una línea de cobre empotrada en el suelo que marca el paso del solsticio al equinoccio por el recorrido del sol) y el Parque Moinhos de Vento donde se puede ver a las muchachas correr en apretadas mallas (hay muchachos haciendo atletismo también… pero la verdad es que no nos dimos cuenta).
Nuestro recorrido de ocio continúo por el mercado donde aprendimos nombres y palabras en portugués. Compramos “CE-DEs” de música y llegamos a una esquina donde se hacía cola para poder conseguír un milho com queijo. Prometía: una mazorca (o choclo como decimos los peruanos) de grano fino con queso derretido. Es algo que se consigue en la calle y la gente lo compra para ir comiéndolo en el camino.
Debo de decir, en honor a la verdad, que es horrible….
Primero que el grano de maíz es de tamaño ridículo (en Perú los granos de maíz sin que son los mais grandes do mundo), no llegan ni al medio centímetros de diámetro y comerlos es realmente enterrarse en la mazorca, para terminar envuelto en queso salado hasta la saturación. Horrible…
Segundo que uno termina lleno de queso por todo lado. Es una verdadera desgracia…
Si van a Porto Alegre sigan mi consejo: tomen sopa y no coman queso.
Así se acabó el día y el tiempo en Porto Alegre. Ya no había tiempo para más que abordar el bus que nos llevaría de vuelta a Montevideo.
Ah… y nunca probamos el churrasco… ¿quién podía comer algo después de tanta feijoada?
1 comentario:
Como te envidio Luchito... espero te haya ido mostro en tu viaje y no te pierdas pues, sino ya vas a ver a tu sobrino para su fiesta de 15 años... jeje :)
Just in case, mi blog es: http://plattys.blogspot.com
Ya te puse en mis fave's
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