Lleno de tradiciones, de historia, de costumbres y la vista del “mar” azul, inmenso y reposado hace olvidar que uno se encuentra a poco más de 3.800 msnm. El frío y las salteñas tucumanas le hacen recordar a uno que no está en Brasil.

El común de la gente asocia el nombre Copacabana con una playa enorme y tropical. Ubicada en tierras brasileras con 350 mil bahianos retozando bajo el inclemente sol, ésta Copacabana es más reciente que nuestra Copacabana. La primera y original fue boliviana.
De hecho la palabra parece provenir del aymara Quta Qhawaña que significa “mirar el lago” pues desde este lugar si algo es lo más notorio es el bello paisaje que presenta el lago Titicaca que parece confundirse con el cielo azul. Qutacahuaña se convierte en un lugar sagrado y de culto importante entre los antiguos aymaras, A llegar los españoles imponen la fe cristiana convirtiendo el culto popular a qutacahuaña en el culto a copacabana y así nació la Virgen de la Candelaria de Copacabana que hoy es la Santa Patrona de Bolivia. En 1580 España anexiona Portugal por lo que los comerciantes españoles ingresan a Brasil y con ellos Nossa Senhora de Copacabana. La historia (junto con otros detalles sobre el aymara) continúa en este link.
Volvamos a lo nuestro… Copacabana es un sitio de paso obligado camino hacia el Perú. Es un lugar para descansar y disfrutar de su gente y sus costumbres. Y para disfrutar de más salteñas como las que se encuentran en los puestos de la plaza principal (las últimas del viaje… por fin). Es curioso que “la salteña” (una empanada que lleva el nombre de la ciudad de Salta en Argentina) sea tan difundida en toda Bolivia (y más curioso que exista “la salteña tucumana” pues tanto Salta como Tucumán son dos sitios diferentes en el mismo país; sería como decir “la limeña cusqueña”). Le preguntamos a “El Chasqui” en Potosí sobre la razón de que haya tanta salteña por todo lado y nos contó una historia que no he podido corroborar en otra fuente así que es sin confirmar. Resulta que la salteña (definitivamente oriunda de Salta) llegó a Bolivia con los soldados del norte argentino que arribaron a Bolivia para las guerras de la independencia. Con ellos fueron sus esposas que al asentarse en estas tierras ingresaron la empanada a la gastronomía boliviana.

El gran atractivo de Copacabana es el lago Titicaca sobre el que gira un turismo bastante más organizado que en otros lugares visitados. Se puede entrar lago adentro en kayak, en botes pedaleros, botes a remo o hacer parapente sobre el inmenso mar azul, siempre y cuando uno no se acerque a la zona militar donde está una base naval de Bolivia. Sí… un país que no tiene salida al mar tiene una Fuerza Naval. El reclamo (justo o no) de Bolivia a tener salida al mar se puede leer en un anuncio en el estrecho de Tiquina de la Marina que reza “Armada Boliviana. Titicaca hacia al mar”.
Luego de disfrutar de una rica trucha frita a orillas del lago nos dirigimos en un buque a motor hacia la Isla del Sol. Allí, trepados en el techo de la embarcación, conocimos a Jaime, Ana, Joseph, Nicoll y Nicolás, una familia muy simpática de caporales de La Paz (Caporales Centralistas Bloque San Miguel) que nos invitaron a volver en verano a acompañarlos al carnaval de Oruro. Así también nos hicimos amigos de Hwan Hee, un muchacho sur coreano que con sólo tres palabras en español venía recorriendo el continente: “cuanto cuesta, muy caro, barato”. Allí también estaban cuatro tres argentinas que no paraban de tomar mate y un español que viajaba sólo y aunque se puso a nuestro lado para escucharnos en todo el camino no habló palabra alguna.

Retornamos y pasamos un muy bien momento en el viaje de vuelta hablando sobre las culturas, la tolerancia entre los pueblos, las costumbres, la realidad de Bolivia y de Corea del Sur… cuando hay ganas, bolivianos, peruanos y coreanos pueden hablar de ellos mismos y hacerse entender de alguna forma. Nos despedimos de todos con la esperanza de volvernos a ver en alguna otra oportunidad. Nunca se sabe…
¡Ah! Y Nicolas, el menor del clan, se hizo muy amigo de Jesusinho que no lo dejaba respirar al pobre. El niño lo llevaba de la mano a todo lado y lo buscaba a punta de gritos de “¡Amigo!”. Mientras tanto Hwan me iba contando que en Corea las cervezas se toman en números impares (empezando con el tres) y que aunque el comer perro es parte de la gastronomía de su país a él nunca se le había ocurrido hacer eso. Luego de enseñarnos a contar en coreano (y enseñarle a contar en español) nos contó que estudiaba Agricultura (hacer producir a la tierra en un país donde hay 440 habitantes por kilómetros cuadrados es una prioridad) y que era ateo como su papá que a diferencia de su mamá era Budista y su hermana Católica (ya me imagino de que no hablan en casa).
El viaje de retorno si fue accidentado. Camioneta hasta Casani donde esta el puesto fronterizo Boliviano. Allí entre mi “papel migratorio” y al pobre Jesusinho no lo dejaban salir porque no tenía sello de entrada en el pasaporte (ver DESAGUADERO). Llego un agente de migraciones a amenazarnos con una multa de 100 bolivianos y salimos a decirles que no íbamos a pagar nada por culta de la ineptitud del personal de migraciones boliviano en Desaguadero. Otro agente más y otro más en plena guerra verbal contra nosotros dos hasta que llegó un policía que puso las cosas en orden. Le explicamos que recién nos habíamos percatado de la falta del sello porque al ingresar por Desaguadero se fue la luz y estuvimos a la hora de cierre de frontera, por lo que no fuimos cuidadosos al revisar nuestros documentos. Nos dejó salir y de allí cruzamos un portal donde un enorme letrero nos indicaba que estábamos en territorio peruano.
Nuevamente en Perú pasamos por migraciones y al no tener sello de entrada a Bolivia, Jesusinho no sabía como explicar que salió de Perú y estuvo cinco días en la frontera de Bolivia, flotando y como por arte de magia apareció en otra punto fronterizo, atravesando el país sin ser visto para pedir un sello de entrada al Perú. Al fina le sellaron y pasamos libres por fin del trámite burocrático.
Salió, no entró y regreso no se sabe de donde. Es la primera persona que yo conozca que haya tenido alguna experiencia de naturaleza cuántica.
Taxi a Yunguyo (donde no llega la señal celular aún), bus a Puno (apretados como sardina) y de allí a rezar para que podamos conseguir un bus a Arequipa. Salíamos en la única empresa que ofrecía salida a las 9.30 (la última) para llegar a Arequipa a casi 2 de la madrugada.
Frío… mucho frío… veinte vueltas en taxi hasta encontrar un hotel con habitación disponible. Por fin dormiríamos largo y tendido, así como disfrutar de todo un día libre para hacer cualquier cosa. Lo que sea. Nada, mejor.
1 comentario:
hay locon hasta haora recuerdo tus labios sobre mi chupete...te acuerdas?
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