Buquebus es una empresa Argentina-Uruguaya que atraviesa el Mar del Plata con unos ferrys que conectan Bs As con Colonia de Sacramento o Montevideo en Uruguay. Uno puede viajar en el buque lento o en el rápido, donde el primero es más barato y toma unas tres horas en llegar a Colonia. Llegamos con dos toneladas de comida empacada con la mejor de las voluntades por la Doña Lourdes (que incluia sanguchitos, panes, galletas, dos cajas de leche y un cajón de alfajores como para dejar en claro que el alfajor es argentino, lo que no es de extrañar tomando en consideración que las estadísticas muestran que los argentinos consumen 6 millones de alfajores al día).
Digamos que teníamos un cajón con el 0.000001% de la ingesta per cápita de alfajores para siete días.
¡Hasta cucharita teníamos!
Primer problema: un enorme letrero que indica que se decomisará todos los aliementos pues está prohibido ingresar con estos a Uruguay. No sé como hicimos para pasar media tienda de alfajores pero abordamos. Escogimos asientos y a disfrutar del viaje.
El bueque es enorme. Puede llevar 1.200 personas y 150 automóviles. Tiene cafetería, un mini casino, salón de juegos, duty free... dentro de este uno parece estar en un centro comercial. El viaje se pasa rápido y sin querer llegamos a Colonia.
Colonia (así a secas como se le llama) es un sitio histórico. Fundada en 1680 por un grupo de portugueses fue aslatada por los porteños unos meses después para devolversela a los portugueses unos meses más tarde. De posición estratégica, el sitio se convirtió en el puesto favorito de los contrabandistas portugueses y británicos por lo que el Rey de España (Felipe V) le mandó al gobernador de Buenos Aires que le de a Montevideo más fuerza de contención. Al final, la convivencia entre españoles y portugueses estaba bastante lejos de ser feliz y luego de negociaciones y promesas los argentinos toman definitivamente Colonia en 1777.
Las murallas, cañoes, la puerta principal y el faro son lugares en donde el tiempo parece haberse detenido. No es difícil imaginar una ciudad sitiada cuando se la ve desde lo alto del faro.
La ciudad, traquila y solitaria nos pareció formidable. El problema era el tiempo. Sólo teníamos cuatro horas para conocer la ciudad así que nos decidimos por alquilar un scooter para recorrer sus calles. Al 30 dolares el día nos pareció una opción interesante.
Hay muchas casonas convertidas en museos que vale la pena visitar (con un sólo ticket se visitan todos los sitios), todas ubicadas al rededor de la antigua plaza principal de la ciudad. Hay mucha información turística y las atenciones para con los visitantes son de las mejores. En una esquina hay un restaurante con mesas afuera donde se puede descansar y tomar algo para aliviar el calor. Leímos en una revistra pedir un "apple crunch" que es típico de la zona (aunque en Montevideo nos aclararon que es tan típico como un pollo a la braza lo es el Lima) que es un postre de manzana ácida acaramelada con helado. La combinación de sabores es francamente deliciosa.

Así, con mapa en la mano y Jesusinho de pasajero trasero, recorrimos la rambla (la línea costera) a 60kph hasta llegar al Sheraton y vuelta a la ciudad. Recorrer sus calles empedradas y antiguas es muy divertido.
Para redondear la historia, aceleramos y llegamos con el tiempo justo para aboradar el bus que ya teníamos reservado a Montevideo. Estuvimos esperando en el terminal sin preocupaciones hasta que se pasaron algunos minutos sin que nos avisaran si el bus partía o no. Se nos ocurrió preguntar.
"¿El bus? Ya salió hace un rato".
Jesusinho desapareció, se lanzó a la carrera para detener el bus que justo estaba dando la vuelta para pasar por la entrada principal del terminal. Allí salí detrás de él y conseguimos detener el bus para abordarlo "al vuelo". Hasta ahora no sé en que momento partió el bus.
Llegamos a las justas a subir al bus para llegar 5 horas más tarde a Montevideo. Conocimos el terminal, conseguimos pasajes en bus para llegar a Porto Alegre a las 9 de la noche y nos dedicamos a esperar la salida (después de lo anterior ya no estabamos en condiciones de poner en riesgo la salida... que puntuales son los Uruguayos). Resultó que para entrar a Brasil hay que tener vacunación contra la fiebre amarilla, cosa que no teníamos. Al final resultó que por los pocos días que estuvimos en Argentina y los pocos que estaríamos en Brasil logramos solucionar el trámite sin problemas.
Y allí estábamos, subiendo al bus camino a Brasil, con 11 horas de por medio de viaje nocturno y un nuevo país por delante.